domingo, 29 de julio de 2007

BAJO LA LLUVIA


Camina despacio y sola, bajo esa lluvia fina y fresca de primavera. Le encantan las noches así, no hay nadie en el parque y puede pensar, reflexionar sobre sí misma. Pero también es tiempo de recordar, es inevitable hacerlo, y duele pensar que aquello que fue tan hermoso no volverá. No hubo motivos para que acabase, pudo haber durado eternamente, ojalá hubiera sido así. Pero el despiadado destino mostró sus cartas e hizo baza. ¿Cuánto más habrían de sufrir?Sonríe al rememorar los momentos compartidos a su lado: risas, lágrimas, besos...Todo era perfecto, se complementaban realmente bien, se amaban. Nunca nadie fue capaz de comprender que sucedió, acaso ellos mismos se lo pregunten en noches como ésta. Ahora los dos vagan bajo el mismo cielo, inmenso pero uno sólo al fin. Tal vez los separen mil kilómetros, o quizás se encuentren en el mismo parque. Da igual la distancia, pues se sienten cerca.Simplemente el saber que la otra persona existe les da las fuerzas necesarias para sobrevivir. Hoy ella es rabia para que él cante, él inspiración en sus relatos y poemas. Jugaron a no ganar, pero es que tampoco había nada que perder. Antes al contrario, pues ganaron el cariño y apoyo de un amigo incondicional. Pero, ¿quién no quiere que a su lado haya algo más que un amigo? Sentirse amada y amar...Cada abrazo, cada beso, cada mirada o cada caricia puede ser la última; y duele aceptar eso. Pero así es el amor, a menudo ligado al sufrimiento. Pero al fin y al cabo amor.

AQUELLA NOCHE

Me abrí paso forzosamente entre la multitud. Me sentía un poco aturdida, confusa; pero mi paso era firme y decisivo. Mis ojos no paraban de examinar todo lo que me rodeaba con detalle: elevaba mi mirada al cielo para bajarla inmediatamente y recorrer ansiosamente todos y cada uno de los rostros que me rodeaban. No sabía exactamente qué hacía allí, que buscaba, simplemente me dejaba llevar por un impulso innato. Mi instinto guiaba mis pasos. Mi corazón latía con fuerza y a cada paso que daba presentía con más fuerza que tras ese caos había algo grandioso esperándome, mi salvación. Permanecí así durante mucho tiempo, vagando, mis piernas flaqueaban ya y empecé a sospechar que quizás me había dejado llevar en exceso por mi imaginación, que ese final feliz no era sino una estúpida ilusión más. Así pues decidí abandonar mi tarea, y me dejé caer en el suelo derrotada. Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas hasta caer sobre mis gélidas manos, estaban calientes. Ya no podía ni ver, mis ojos estaban anegados, mi visión era borrosa. De pronto, noté cómo una cálida mano me secaba las lágrimas. Alcé la vista y me topé con los ojos más oscuros y sinceros que había visto en mi vida. Pude sentir en ellos mi dolor, mi propia desesperación. Acto seguido me tendió la mano, ayudándome a levantar, y se despidió con un beso en la frente, sin palabras. Aún hoy, años después, me pregunto porqué no hice nada, porqué no intente retenerlo. ¿Quién era ese hombre? Lo ignoro. Desconozco su nombre, su voz. Lo único que sé es que era él, y que volveremos a encontrarnos, algún día. Cuando menos lo espere y más lo necesite.