sábado, 12 de enero de 2008


Esa mirada me congeló, nunca antes había visto ese intenso brillo en sus profundos ojos. Era una sensación extraña, aún hoy soy incapaz de definirla, mezcla de temor y esperanza. Por una parte pude ver los sentimientos que anidaba tu alma, mas en el fondo, un abismo de tristeza me decía que había algo que te inquietaba de toda esta feliz historia. Quizás la desconfianza de que la felicidad existiera, o tal vez tenías miedo de entregarte al 100% una vez más y volver a sufrir, pues tantas eran las veces que te habían hecho daño que ya desconfiabas hasta de ti mismo. Te besé en la frente y marché sola, sin rumbo fijo, únicamente meditaba y dejaba que mis pies me llevaran hacia donde ellos quisieran. Anocheció y de pronto, me hallé en un parque solitario. Tras caminar lentamente por ahí, comencé a llorar, y al instante empezó a llover también, pues los ángeles habían sentido mi dolor como propio. Me dejé caer al suelo de rodillas y fui consciente de todo. En realidad no temías sufrir, sino que no querías hacerme daño a mí. Me querías demasiado y por eso ibas a dejarme, qué ironía. Y no me equivoqué.Al día siguiente, nos encontramos como de costumbre en el banco que había bajo el sauce, un lugar al que aún hoy soy incapaz de volver, pues está impregnado de tu esencia. Nos sentamos y permanecimos en silencio largo rato, un momento eterno, inolvidable y que ojalá no hubiera sido nunca interrumpido por aquellas palabras que todavía resuenan en mi mente cada noche. “Lo siento”, mientras tomabas mis manos entre las tuyas y las lágrimas caían resbalando por tus mejillas. Ese fue mi último momento de felicidad. Entonces te fuiste, y las hojas doradas de los árboles empezaron a caer, y los copos de nieve, y envejecí de repente.Hace años ya de aquel día, pero lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer, de hecho, son numerosas las noches en que me despierto sobresaltada al recordar la escena. Y nunca podré olvidarla, y estoy segura de que tú tampoco. Desde aquella tarde vago sola por el mundo, con esperanza de distinguir tu mirada sincera entre los miles de rostros que se cruzan en mi camino. Cada día mis fuerzas van menguando pero mi corazón me dice que he de seguir pues, qué demonios, ¡sólo hay un cielo! Y tú estás bajo él.Esperanza, ésa era tu palabra, y la llevo grabada a fuego en mi corazón. Al menos estaré tranquila al saber que no te he defraudado, orgullosa porque nadie dirá que no intenté ser feliz, e incompleta porque me faltas tú. Aún así, en los momentos en que me detengo a observar la luna llena una sensación de paz me invade, y entonces sonrío al saber que tú estás haciendo lo mismo.La verdad es que aunque estás ausente, te siento a mi lado, tu aliento en mi nuca al despertarme, tus manos que me dan abrigo y me arropan en las frías noches. Eres ese ángel que cuida de mí, y sonrío al recordar que no me dijiste adiós, al imaginar tu silueta caminando de nuevo hacia mí al creer que algún día, en alguna dimensión del infinito universo, volveremos a encontrarnos. (Bilbao, 21 de octubre de 2007)