martes, 24 de junio de 2008

Trágica certeza


Puedo percibir nítidamente el intenso olor a verano colándose por mis fosas nasales, pero ni el más frío y gris día de invierno podría haberme abatido tanto. Hace tiempo que esa idea rondaba por mi mente pero nunca hasta hoy tuve tanta certeza de que era verdad: no todos mueren sonriendo, no todos exhalan un suspiro profundo y agradecido cuando abandonan este mundo. Y eso sólo puede significar una cosa, que únicamente la duda sobrevive al paso de los siglos, y quizás su existencia nos esté diciendo entre susurros que nuestros mayores miedos son ciertos, y que no hay nada más que lo que vemos, lo que tocamos, lo que percibimos con nuestro cuerpo; y no lo que sentimos con el alma.


¿Qué hacer entonces, ante tal dogma de increencia? ¿A caso deberíamos-paradójicamente- defender a muerte la vida? O no, quizás sea mejor aceptar cuanto antes ese destino- el que de verdad está escrito- y materializar nuestra meta tan pronto como podamos. Quién sabe cuándo: a los ocho años, durante la adolescencia...tal vez tengamos que esperar a que la vejez nos haga "ver la luz", o quizás hay quien sabe esto de la misma manera que respira y por eso prefiere no verla nunca. Quien sabe...No. ¿Quién sabe?


Bilbao, 5 de junio de 2008

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